Ir al contenido principal

¿Puede China convertirse en la primera potencia mundial en los próximos años? (I)





     Desde la apertura que Deng Xiaoping decretó de la República Popular China al resto del mundo, se ha manifestado un miedo primitivo al efecto que pudiera tener sobre el mercado internacional: a fin de cuentas, China es el país más poblado del mundo.
     Mucho ha llovido desde entonces y, pese a las dudas que manifestaban los economistas sobre la capacidad de adaptación del comunismo chino a las dinámicas globales, ya no quedan dudas al respecto: no solo han logrado adaptarse al mismo, sino que, según muchos analistas, se convertirá en la primera potencia mundial en breve.

     En los próximos dos artículos analizaremos los factores más relevantes a la hora de valorar un posible cambio en las relaciones de primacía internacional, en la que China podría, según la opinión cualificada de los analistas mencionados, estar dando los pasos necesarios para sustituir en esa posición a los Estados Unidos de América. A esto dedicaremos este primer artículo.
     En el segundo veremos qué factores hacen temer, para los que desean la sustitución de USA por China como superpotencia (o en el peor de los casos, de convivencia de ambas como superpotencias), que esto no vaya a suceder.
     Por lo tanto, veremos ambas caras de la moneda y quedará al prudente arbitrio de nuestra selecta audiencia el decidir solidarizarse con alguna de las dos posturas.




     El problema de las definiciones.

     Uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos a la hora de responder a tal pregunta es en base a qué ítems podemos considerar que un país se convierte en potencia o, en el caso de los Estados Unidos de América (y a lo que China aspira) en superpotencia.
     Académicamente suele considerarse que una superpotencia es aquella que capaz de imponer un dominio militar, geopolítico, económico y cultural en todo el planeta o una muy grande parte del mismo. Hoy en día, y pese al auge de China en materia económica y la ampliación de su esfera de influencia en materia geopolítica, están muy lejos de tener un peso si quiera cercano al de USA, pero en un mundo que cambia a tal velocidad gracias las revoluciones tecnológicas, China espera redefinir esta vieja concepción para pasar a ocupar un papel central en el mundo que va a nacer de ella.

     Por lo tanto, nuestro análisis se va a basar en la proyección futura de China como parte de lo que conocemos como “tecno-optimismo”, esto es, la confianza en que encabezar la innovación en tecnología va a llevar a China a ocupar el centro del escenario en un mundo en el que los ítems anteriores estarán subordinados a la misma, pues tanto la economía, como las esferas cultural y militar van a estar absolutamente condicionados por los aportes que a la revolución tecnológica haga en tales campos.
     Aunque le pueda parecer al lector que centrar el estudio en la innovación tecnológica es exagerado, debemos apuntar que la acelaración de la historia en este aspecto está desafiando la tradicional concepción lineal del tiempo que, actuando como sesgo cognitivo, tendemos a aplicar: el ritmo de los descubrimientos tecnológicos no es el de nuestra percepción del tiempo, sino exponencial, de modo tal que no somos plenamente conscientes de los saltos que se dan en el mismo hasta que disfrutamos de sus ventajas (no tenemos más que recordar la evolución en menos de dos décadas de las tecnologías 3G-4G-5G, algo que hizo sentir a los más nostálgicos la sensación de estar siendo lanzados al vacío).
     Ese es el motivo por el que la posición de China en el mercado internacional (y, especialmente, en los de la innovación) nos van a interesar especialmente, lo que no obsta para reconocer que existen ciertos problemas (como el demográfico o el cultural) que bien pueden cambiar en el medio y largo plazo la valoración de las expectativas de la proyección futura de China como potencia capaz de superar a USA.


     El tecno-optimismo y la China futura.

     La Gran recesión (2008) ha marcado nuestra historia reciente de forma que aún no comprendemos en su totalidad. Mientras que las potencias occidentales se debatían entre cuál era la mejor fórmula de enfrentarse a la misma, China tomó la trascendente decisión de abandonar su sistema productivo basado en la producción de bienes de bajo y medio valor añadido, por uno enfocado en la innovación, esperando alcanzar la excelencia a base de empujar, desde el Estado, en esa dirección.
     A tal fin se decretaron la Medium and long term national plan for science and technology development (2006-2020), el XIII Plan Quienquenal y el Plan China 2025, que tienen como objetivo la reconversión de su tejido industrial hacia uno de gran valor añadido de corte innovador, que tiene dos grandes objetivos:
     1º. Lograr una inversión en I+D del 2,5 % del PIB.
     2º Lograr que el crecimiento económico esté sustentado en un 60% en beneficios de la innovación.


     Estas ambiciosas cifras (el gasto de I+D de USA es del 2,74% ; el de Alemania es el 2,94% y el de Japón el 3,14%) , que pretenden acercar en la I+D a China con el resto de grandes potencias mundiales (en el año 2012, el gasto en I+D de China era el 34% del que empleaba USA) se encuentran respaldadas por ingentes cambios en el papel que juega el Estado en la misma, la visión cultural de la empresa (y el emprendimiento) entre los jóvenes y el impacto que sobre el mismo ha experimentado el sistema educativo.

     El papel del Estado chino sigue siendo excesivo en comparación con los países que ya hemos mencionado, pero esto necesita ser matizado, pues la tendencia ha sido a una reducción significativa del peso del mismo en la esfera mercantil desde la apertura de Deng y, de otra parte, a las ventajas que el mismo está ofreciendo a las empresas más punteras en tecnologías de la información en cuanto a la obtención de datos masivos (Big Data) y el aseguramiento de fondos (en forma de subvenciones o excenciones fiscales) para las empresas que están desarrollando programas de innovación (como las relacionadas con la robótica y la IA) y que, al menos en sus primeros años, no se espera que sean rentables económicamente.
     El Estado chino está ofreciendo, por lo tanto, un marco de seguridad y suficiencia económica que, en este ámbito, puede ser enteramente acertado, pues no condiciona sus retornos de inversión al corto plazo.
     De hecho, los resultados de esta potente inversión lo hemos podido ver con el despegue de la tecnología 5G en China que, como es de dominio público, le ha “comido la tostada” a los Estados Unidos y ha hecho saltar las alarmas por el temor a que la red puede desarrollarse de forma masiva bajo la infraestructura china.



     Estos primeros logros (y los que esperan en el futuro) serían imposibles de no haber invertido muy seriamente en el capital humano necesario para sustentarlo. Las reformas educativas, haciendo hincapié en las matemáticas y las ciencias “duras” en la educación intermedia, cosa que se acentúa en las universidades (con especial demanda de carreras tales como ingeniería, informática o medicina) y que tiene su correlato en la ingente cantidad de artículos académicos (y de estudiantes que, antes de terminar sus estudios, ya hacen aportaciones a estas materias) que se están publicando. Para entender la dimensión de la misma, tengamos en cuenta que, en 2017, en USA se publicaron 409.000 artículos, y en China fueron 426.000. Si ya esto de por sí es impresionante, más aún lo es observar su desarrollo en el marco temporal: desde 2003 hasta 2016 su número en China se ha multiplicado por cinco.


     Esta particular visión (particular desde la mirada europea, en las que las carreras de Humanidades suelen tener una alta demanda habida cuenta que el deseo del estudiante suele ser obtener un puesto en la Administración Pública) de cuáles son las materias demandadas tiene su explicación si tenemos en cuenta que el estudiante chino promedio sueña con convertirse en el nuevo fundador de una empresa digital (como Alibaba) y muestra un fuerte sesgo proactivo a favor del emprendimiento y la innovación en el producto a lograr, en lugar de la posición acomodaticia y burguesa del estudiante europeo promedio.
     Sin embargo, sería un error creer que el alcance de dicho emprendimiento tiene un carácter global, pues si en algo han ayudado desde el Gobierno chino es protegiendo sus mercados tecnológicos ofreciendo sus mercados locales en exclusiva a los mismos. Ejemplos de esto los podemos encontrar en los tres clones chinos que han tenido un monopolio de facto pese a ofrecer lo mismo que otras tecnológicas extranjeras, como es el caso de We Chat/ WhatsApp; Alibaba/Amazon y Weibo/ Facebook. De hecho, no deberíamos olvidar que la censura en la red ofrece todo un mercado abierto solo a las empresas chinas que, una vez perfeccionado, puede dar el salto a los mercados internacionales y competir en ellos (como lo ha hecho Alibaba).

     La astucia china no acaba aquí a la hora de asegurarse la competitividad de su empresas permitiendo su perfeccionamiento en mercados regulados, sino que, de ver que los mismos no logran los avances esperados, no tienen inconvenientes en comprar las empresas extranjeras punteras en la materia que consideren necesaria (como ha pasado con la robótica alemana Kuka). No obstante, su penetración en el mercado con la inversión directa ha servido también como herramienta política para generar disensos entre sus competidores, como ha sucedido con la UE.
     En este sentido, y como podemos comprobar en el gráfico, los países del eje franco-alemán y Reino Unido (especialmente) han sido los grandes receptores de su inversión directa, lo que ha generado el recelo de los países periféricos que consideran que las nuevas barreras a dicha inversión (y que han sido justificadas en base a la fuga de tecnologías de valor sensible para las perspectivas futuras de competitividad de la Unión) no es más que una forma refinada de impedir el desarrollo de los países ajenos al eje.


     Si a esto le sumamos que China es el país que más patentes solicita a nivel mundial y que ha escalado de forma espectacular en el Global Innovation Index, todo parece apuntar a que China va a destronar a USA como primera potencia a medio plazo. Pero no todo es tan maravilloso si entramos a valorar elementos fundamentales como la competitividad de sus empresas en el mercado internacional o la respuesta de los mercados a el proteccionismo chino que, como era de esperar, no se ha quedado de brazos cruzados.



   Eduardo José Ramírez Allo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Desigualdad y justicia. ¿Puede ser moral vivir con altas tasas de desigualdad?

   En los artículos anteriores de esta serie hemos podido responder a varias preguntas sobre la dimensión realista de la desigualdad, tales como su necesidad para lograr escapar de la pobreza y el que, en las economías de la abundancia actuales, vemos que la misma lleva reduciéndose de forma notable desde la década de los 70.    Sin embargo, una dimensión importante del debate es la temporal, y hay muchos que sostienen que si bien en el pasado pudo ser justificable, ya no lo es: si pudo ser ética en su día para lograr escapar de la pobreza aceptar grandes niveles de desigualdad, ya no lo es.    La visión utilitarista de la ética de la desigualdad pierde gran parte de su ímpetu ahora y, por fin, y especialmente en las economías más ricas del planeta, podemos entrar de lleno en el debate ético sobre la misma.    Contrariamente a lo que suele defenderse desde la izquierda, la ética es un lujo que nos podemos permitir cuando la necesidad no nos atenaza. Tal y como han defendido autores

Más allá del vacío debate ideológico sobre la desigualdad: ¿qué nos dicen los mejores científicos sobre las ventajas e inconvenientes de la desigualdad?

   Como pudimos ver en el anterior artículo, existen muchos argumentos a favor y en contra de permitir grados elevados de desigualdad y no todos tenían el mismo valor: en un tema tan serio como este, los argumentos sensibleros deberían quedar al margen del debate y abordarlo con el mayor rigor científico.    Precisamente eso es lo que han intentado hacer grandes politólogos y economistas, pues es menester conocer las consecuencias prácticas de una desigualdad importante y por qué ocurre que, de forma irónica, son los países que abrazan el liberalismo y la resolución de conflictos que ella propugna -como la negociación y el mutuo reconocimiento como personas con dignidad- las que han permitido llegar a sociedades muchísimo más igualitarias que los países que se declaran abiertamente socialistas.    Sin embargo, y para no dejar para más adelante la respuesta a la pregunta que el lector seguramente ya se ha hecho- si el liberalismo fomenta la igualdad de algún modo, ¿por qué en USA exis

¿ Cómo ha llegado la izquierda a ser tan penosa como lo es en la actualidad? (IV)

     Los orígenes de la izquierda contemporánea.     Hasta ahora hemos visto algunos de los mitos de los que una parte de la izquierda ha intentado apropiarse (cristianismo y humanismo) y sus causas intelectuales profundas y los vicios que de los mismos va a adolecer hasta el día hoy (utopismo y negación del valor de la libertad individual).      En el último artículo pudimos observar que el pensamiento político de Rousseau allanaba el camino hacia la destrucción de los derechos individuales en favor de una visión colectivista del interés común, y solo faltaba llevar esto a la práctica en la esfera política para que una idea disparatada se tornara en realidad e impidiera que el proceso de acumulación (e innovación) de conocimientos que habían tenido lugar desde la Ilustración, con el cuestionamiento por parte de liberales (como Adam Smith y Locke) de las monarquías absolutas, arrojaran en la Europa continental el mismo resultado que en los Estados Unidos y el Reino Unido.