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Más allá del vacío debate ideológico sobre la desigualdad: ¿qué nos dicen los mejores científicos sobre las ventajas e inconvenientes de la desigualdad?

   Como pudimos ver en el anterior artículo, existen muchos argumentos a favor y en contra de permitir grados elevados de desigualdad y no todos tenían el mismo valor: en un tema tan serio como este, los argumentos sensibleros deberían quedar al margen del debate y abordarlo con el mayor rigor científico.
   Precisamente eso es lo que han intentado hacer grandes politólogos y economistas, pues es menester conocer las consecuencias prácticas de una desigualdad importante y por qué ocurre que, de forma irónica, son los países que abrazan el liberalismo y la resolución de conflictos que ella propugna -como la negociación y el mutuo reconocimiento como personas con dignidad- las que han permitido llegar a sociedades muchísimo más igualitarias que los países que se declaran abiertamente socialistas.
   Sin embargo, y para no dejar para más adelante la respuesta a la pregunta que el lector seguramente ya se ha hecho- si el liberalismo fomenta la igualdad de algún modo, ¿por qué en USA existe una tasa de desigualdad tan elevada?- debemos aclarar ahora que si bien Dinamarca es un país tan respetuoso con las libertades como lo pueda ser USA, los pactos a los que han decidido llegar como sociedad son muy diferentes: mientras en USA entienden que la libertad tiene un componente esencialmente negativo -no interferir en los planes ajenos- , en Dinamarca, al igual que en el resto de los países nórdicos, creen que la libertad tiene otras dimensiones, tales como la libertad positiva: mientras no podamos ejercer un propio dominio de nuestra voluntad y dejemos de estar sometidos a la necesidad, difícilmente podemos ser considerados libres.
   Una y otra posición han sido defendida de forma más o menos hábil por teóricos de diferente signo, pero pese a entender de forma distinta las condiciones mínimas por la que un hombre pueda ser considerado libre, es obvio que ambas ponen en el centro de su discurso ese concepto y por ello deben ser considerados liberales; sus opuestos ni siquiera se preocupan de hacer la pregunta, y bien sean Cuba, China o Venezuela, y de que tengan algunas más éxito que otras, no cabe duda de que ni la libertad ni la dignidad de las personas tienen ninguna importancia en las mismas.

   Por lo tanto, y después de hacer una primera distinción entre países liberales y no liberales, quisiera hacer una nueva distinción entre los liberales: la de aquellos que en nombre de lograr un equilibrio entre libertad negativa y positiva están dispuestos a llegar a grandes acuerdos sociales y la de aquellos que no creen que deban permitirse, salvo de forma residual, la intervención de agentes públicos en los mercados.
   Efectivamente es esta una distinción entre libertarios y liberales moderados, y nos ayudarán a entender con cierta claridad que las armas sostenidas por estos últimos son de dos filos: si los fallos del mercados son abordados por buenos gestores que actúan dentro de diseños institucionales inteligentes, y siempre que cuenten con la aprobación social, hay muchas posibilidades de éxito en la búsqueda de sociedades meritocráticas; de no ser así, el poder político puede ser secuestrado por clientelas que aprovechen la misma para sus fines.
   No queremos decir con esto que los libertarios se encuentren en un punto medio entre ambas posibilidades. De ningún modo: una de las mejores expresiones de a lo que el libertarismo puede llevar es a sostener un régimen jurídico inaplicable aunque este pueda ser extenso, pues la existencia de muchas leyes y otras normas no tienen importancia en sí, sino el cumplimiento - o la posibilidad de lograr un cumplimiento- efectivo de las mismas.
   Y es que, como dijo Rapoport, en un juego dan absolutamente igual las reglas si podemos conocer de antemano el resultado. De este modo, podremos juzgar las virtudes de estos sistemas ante la incapacidad de las instituciones formales de lograr cumplimientos razonables de las leyes, o lo que es lo mismo, existirá un alto grado de libertad negativa aunque existan muchas leyes si las mismas pueden ser burladas en su aplicación por la sociedad.

DESIGUALDAD Y RIQUEZA.

   Sin embargo, no podemos lanzarnos a analizar estas realidades sin apelar antes a un hecho poco discutible: tener sociedades iguales sin tener unos niveles razonables de rentas es algo poco deseable. El problema es a partir de qué puntos consideramos que un país tiene un nivel de renta aceptable, y este es un problema serio: a lo largo de la historia, y tal y como ha mostrado el Nobel Angus Deaton, las sociedades más igualitarias han sido subdesarrolladas.
   En las comunidades anteriores a la Revolución Neolítica existían, fundamentalmente, desigualdades de estatus, pero no de rentas porque sus economías eran de subsistencia. De hecho, incluso ya con las sociedades agrarias más rudimentarias y ya sedentarias, nos encontramos ante el mismo hecho: hablar de desigualdad y usar aquí la métrica no nos ofrecerá datos de valor.
   Por lo tanto, tendremos que situarnos en un marco muy reciente a nivel histórico para hablar de desigualdades notables que nos permitan analizar el fenómeno en su extensión, lo que nos obliga a centrarnos en las sociedades industriales y postindustriales. Y a algo más: a observar qué pasa cuando no se permite que sucedan procesos de acumulación capitalista para que esto suceda.
   Tal y como describe Deaton en El Gran Escape, la salida de la pobreza de los distintos países ha sido un fenómeno reciente en el que subyacen, por lo menos, tres fenómenos: la mejora de los elementos de medición científica que permite hacer análisis de datos agregados, la mejora de las condiciones sanitarias y el desarrollo de una infraestructura que rompa la cadena de transmisión de muchas enfermedades contagiosas y, llegados a un determinado punto, el acceso mayoritario o universal de la misma a los miembros de una sociedad. Veamos brevemente cuál es la explicación de la necesidad de cada una de ellas:
  1º. El desarrollo de una métrica adecuada que permite las construcciones de censos -y que exista una obligatoriedad en dar acceso a las instituciones a los datos que deben componer la misma- permite análisis más allá de lo que pueden ser las percepciones subjetivas de los sujetos. Esto es particularmente relevante pues permite el salto de la obra del poeta a la del científico que, en lugar de querer emplear su tiempo en empatizar con el sufrimiento y tratar de expresarlo verbalmente, prefiere ponerse manos a la obra para evitar que el mismo se siga perpetuando.
   Países pioneros en el desarrollo de estas herramientas fueron Inglaterra, Suecia y los Estados Unidos de América y, precisamente, fueron de los primeros en lograr el escape que cita Deaton.
   2º. La creación de redes de alcantarillado impidió que simples diarreas, por no dar el tratamiento adecuado a las aguas negras, siguieran siendo la causa de la muerta de decenas de miles de personas.
   Tal y como ha citado Deaton, el uso del alcantarillado y la extensión del suero oral a todos los sectores de la población explican mejor que ninguna otra causa la drástica reducción de la mortalidad, especialmente infantil, en las primeras décadas del siglo XX. Y este fenómeno, especialmente en lo que a la disminución de la mortalidad infantil se refiere, es el que explica el aumento de la vida media de una forma tan espectacular en los últimos 100 años.
   Aunque solo sea de forma de forma telegráfica, debemos subrayar que fue este fenómeno -la reducción de la mortalidad infantil- la que tuvo un mayor impacto sobre el aumento de la esperanza de vida media pues el aumento relativo sobre la misma será siempre mayor desde 0 hasta la edad X que desde cualquier otro punto referencial, sean los 30, 40 o 50 años.
   Sin embargo, eso no quiere decir que no se hayan logrado avances significativos en las edades máximas medianas vinculadas al deceso, que los han habido sin lugar a dudas, sino a que las reducciones tan drásticas que vemos en las gráficas logran esas espectaculares pendientes por ese motivo y ya que la mortalidad infantil ha descendido tanto, va a ser imposible lograr avances igual de impresionantes en nuestros días.
   3º. La extensión de la infraestructura pública de alcantarillado, la extensión del uso del agua embotellada o la purificación de los pozos y la ampliación a grandes partes de la población de medios de prevención de enfermedades contagiosas terminaron de cerrar el círculo virtuoso que explica por qué las economías pudieron dar el salto que les permite llegar a la prosperidad.
   Es decir, el mayor conocimiento de la gestión de los recursos hídricos, y el uso de químicos tan baratos como el cloro -clorox- para purificar el agua ha disminuido notablemente el riesgo de usar el agua y disminuye los costes de tratamiento de aquellos personas que fueron intoxicadas por consumir agua contaminada.
   Resulta difícil juzgar con perspectiva histórica lo que costó descubrir en Inglaterra como el ciclo de las aguas negras entraba en el Támesis y provocaba un ciclo letal de contagio del cólera que provocó una terrible epidemia en 1854 y que solo tras el heroico descubrimiento de John Snow, médico londinense de la época, se pudo controlar.

   El motivo del por qué no se puede conseguir la prosperidad sin ver este desarrollo se debe a varios factores: de una parte, la especialización del trabajo exige de una formación previa que puede llegar a ser muy costosa y dilatarse en el tiempo. Si, por ejemplo, no se puede llegar a obtener un título de especialista en medicina hasta pasados los 25 años y la mortalidad está situada en los 35 años, poco aporte de servicios sanitarios se va a poder hacer. Pero si la esperanza de vida es de 75 años, bien podría ser razonable invertir esos años en estudios y aportar 50 años de servicios médicos a la sociedad.
   Por ello, debemos alejar un poco el foco de los posibles beneficios de rentas para ver cuál ha sido la evolución de la esperanza de vida y tomar algún que otro dato que nos han aportado los investigadores sobre las mejoras que en ingresos puede representar el tener acceso a complementos sanitarios básicos y alimenticios, lo que va a arrojar mucha luz sobre una pregunta fundamental en el debate, ¿va primero la prestación de los servicios sanitarios y alimenticios o el aumento de la productividad? O dicho de otro modo, ¿las comunidades se ven atrapadas en trampas de pobreza por su propio deseo o por la ausencia de condiciones de vida digna que les impiden ser productivos?  La investigación deja poco margen a la duda: la suma de la subalimentación durante el embarazo y en los primeros años del recién nacido en comparación con un grupo de control al que se dieron complementos alimenticios y vitamínicos de muy bajo valor arrojaron resultados espectaculares: una renta media superior a lo largo de su vida de más de un 20%, mientras el coste de las medidas anteriores era de tan solo 14 dólares por año.
   Pero tal vez ha sido más impresionante los datos de los que se han hecho eco Benarjee y Duflo sobre la relación de antiparasitarios en Kenia y rentas esperadas: ofrecer no uno, sino dos años de antiparasitarios a los recién nacidos (a un coste anual de 1,36$/año) suponía  un aumento de rentas a lo largo de su vida de... ¡3.269$! Sí, lo han leído bien: 3.269$.
   La evidencia de la rentabilidad de estas políticas en un análisis coste beneficio ha sido, precisamente, la que ha llevado a estos autores -entre otras tantas cosas- ha ganar el Nobel de economía del 2019.

   Un segundo motivo es una simple valoración de costes: en una sociedad que padece de brotes incontrolables y repetitivos de malaria, dengue o cólera, ¿cree que tendrá una población apta como para ser productiva, o lo será más disfrutando de buena salud? Efectivamente, la mejora de la productividad gracias a disfrutar de avances de la salud y profilaxis de transmisión de enfermedades explican el marco estable que necesita todo sistema económico que se encuentra en expansión y, de verse sometido a fuertes alteraciones, bien se podría ver frenado.
   Un tercero es que la aparición en un lugar determinado de una innovación, lleva a intentar obtener los beneficios locales. Sin embargo, según se van internacionalizando las empresas van dejando su know-how allá por donde pasan.

   Por lo tanto, la enseñanza es que el escape de la pobreza provoca desigualdades. En un primer momento no tiene toda la población posibilidad de acceso a alcantarillado y tratamientos para las enfermedades mencionadas, y esta desigualdad explica también una desigual distribución de rentas. Sin embargo, según se van extendiendo, este fenómeno empieza a remitir y las sociedades se van volviendo tendencialmente más iguales y mucho menos pobres.








   Los efectos de reducción de la pobreza y de desigualdad se han disparado a partir de las década de los 70 del pasado siglo y se mantienen hasta la actualidad, y se espera que sigan bajando de forma notable según se vayan perfeccionando las aportaciones que genios como Sen, Deaton, Ostrom o Benarjee y Duflo han hecho para entender la pobreza y afrontar su problemática.
   Y, junto a ella, va remitiendo la desigualdad. De hecho, no ha sido casualidad que la apertura de China a el comercio mundial y la de India encajen con este marco temporal. E incluso tenemos evidencia de algunos escapes notables en África -Ruanda- gracias a lograr una cierta tranquilidad institucional y aprovechar las ayudas al desarrollo de forma productiva.

   Por lo tanto, podemos sacar ya la primera conclusión sobre la desigualdad y la pobreza, y es la siguiente: toda mejora sustancial en la esperanza de vida de los seres humanos va precedida de un periodo de descubrimiento y avance científico que se distribuye desigualmente en un principio generando desigualdades de ingreso, riqueza, esperanza de vida y calidad de vida.
   Sin embargo, según las mismas van llegando a los diferentes países gracias a estar incorporados a las dinámicas propias del comercio mundial (que incluye la transferencia de conocimientos) se va produciendo un fenómeno de convergencia de estas mismas, proporcionando por el camino reducciones impresionantes de la pobreza y de la desigualdad en todos los ámbitos.
   Los que están fuera de este patrón no logran estos resultados. Por ejemplo, China solo pudo sumarse al mismo cuando Deng comenzó una política de apertura al mundo, que se vio respaldada por la falta de sobresaltos institucionales que garantiza un régimen fuerte como el chino.
   Sin embargo, en aquellos casos en los que se ha impedido la entrada de estos países al comercio o bien, se han negado por propia voluntad, el efecto ha sido que no se ha producido salida de la pobreza. Aunque, eso sí, en casos como el de Cuba han conseguido el dudoso honor de mantenerse en cifras mejores de igualdad que USA.
   Este último caso nos ayuda a insistir, por última vez en este artículo, en la secuencia completa que desmiente tanto a socialistas como a libertarios:
   1º. Se activan los mecanismos -que requieren de la acción del Estado al fallar aquí el mercado- que ayudan a reducir la pobreza y que aumentan temporalmente la desigualdad.
   2º. Se van democratizando avances tales como las infraestructura en alcantarillado, sanidad, educación, etc. Todas ellas ayudan a crear el capital humano que permite el salto al siguiente paso.
   3º. Con las condiciones adecuadas para el despegue, se producen reducciones naturales de la tasa de desigualdad de renta que se pueden ver respaldadas por políticas activas en dicho sentido aunque, incluso sin ellas, la reducción de la desigualdad será muy importante.

   Como vemos, por lo tanto, las políticas socialistas aplicadas a los países pobres los encallan en el primer paso, mientras que las sostenidas por los libertarios lo hacen en el segundo.
   Ahora bien, si la llegada al tercero exige la existencia de instituciones estatales sólidas, no significa que este punto de llegada no se pueda revertir -casos como el de Venezuela o Cuba demuestran que estos pasos son reversibles- ni que, en un futuro indeterminado, tenga este orden institucional que ser necesariamente estatal.




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