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Una visión lateral de la pandemia: el COVID-19 no es lo que crees. BORRADOR NO TERMINADO

 Una de las formas más usuales de medir ciertas dimensiones de la inteligencia es presentar al sujeto de estudio problemas de pensamiento lateral, que exigen del mismo el uso de estrategias heterodoxas para poder resolver determinados dilemas. Lo que la misma exige, básicamente, es un cambio en la perspectiva usual y convencional del problema para poder entender a plenitud la naturaleza de este y sus posibles soluciones, que al ser extrañas para las personas adictas al pensamiento lineal, pueden llegar a ser bastante impresionantes.

La política no es una esfera diferente en este sentido: nos enfrentamos a una cantidad sobresaliente de informaciones e interacciones entre agentes que hacen fácil perderse en el mare magnum de las mismas sin entender su estructura profunda y el significado de las mismas, y solo usando el pensamiento lateral podremos escapar de las tentativas de los medios de comunicación (y de los comunicadores singulares) de seguir el pensamiento lineal que a ellos interesa.

El por qué es este tan relevante a la hora de analizar la realidad política -el pensamiento lateral- tiene su explicación: nosotros creamos nuestro relato del mundo a través de la información que los medios de comunicación nos hacen llegar, siendo esta información parte de líneas editoriales que tienen la intención final de crear una opinión entre el público; es decir, el objetivo final no es informar, sino crear opinión.

Incluso en aquellos mercados más "libres" de oferta de información existen intereses evidentes detrás de las mayores editoriales, bien porque sean propiedades de aquellos que pretenden crear y alimentar ciertos movimientos sociales (como ha pasado con el Black Lives Matter) como de aquellos que por medio de "donaciones" o simple tráfico de influencias logran marcar sobre qué se debe poner el foco y cómo. Y esto último es aún más importante que lo anterior: como apuntara Sartori, en un mundo tan caótico, el público muestra una mayor necesidad de encontrar una identidad y un grupo al que pertenecer, de ahí que tenga más valor para el público aquel que encaja la información en una historia o relato (ese es el papel de la ideología en este contexto) que la información sin encajar en ninguno de ellos.

Es decir, los medios de comunicación y los creadores de opinión (youtubers, influencers y demás) nunca han tenido la intención real de crear una opinión pública autónoma, sino dirigida, aunque haciendo ciertos esfuerzos por aparentar que esto no es así: en todos los casos es muy fácil describir el tipo de noticia y enfoque que dan de las mismas, y eso permite situar el verdadero y último objetivo del oferente de información, que en realidad debería llamarse por su nombre: "manipuladores con mayor o menor grado de institucionalización".

De lo anteriormente escrito se colige que estos manipuladores "señalan" por medio de una línea de puntos a dónde quieren que vayáis, y qué clase de conclusiones esperan que saquéis. El proceso es lineal, pues la mejor manera de lograr que un ingenuo haga algo es presentar las "evidencias" y "conclusiones", sabiendo que el razonamiento intermedio que el sujeto cree hacer está implícito en ambos. De ese modo el ingenuo cree que ha hallado la respuesta a aquello que conecta a el suceso con su conclusión, cuando, en realidad, la misma estaba ya definida y solo faltaba que el sujeto hiciera de tal proceso algo que considere suyo.

Las personas menos inteligentes son las que caen con más facilidad en esta clase de tretas porque la ausencia de un pensamiento lateral sólido les impide pensar más allá de lo evidente, e incluso considerar la información en marcos más amplios que les ayuden a pensar de forma global en los sucesos, considerando tanto la historia que los ha llevado hasta la actualidad como el contexto que las rodea.

Armados con esas herramientas vamos a tratar de observar en una mayor perspectiva qué es lo que está pasando con el COVID-19, y por qué hemos llegado a situaciones críticas que, de lograr superarse, no lo harán ante futuras pandemias. Y digo futuras porque esto se conocía desde hace más de 30 años y volverá a suceder: la globalización a todos los niveles, siendo tan aplaudida como lo ha sido, ha encontrado excelentes defensores en todos los manipuladores que negaron los costes que la misma iba a tener. Veamos todo esto.


LO QUE SE ESCONDIÓ -A SABIENDAS- DE LA GLOBALIZACIÓN.


Al hablar anteriormente de medios de comunicación más o menos institucionalizados me estaba refiriendo a algo más que aquellos que nos encontramos al encender la televisión o leer el periódico; me refería mas bien a todo sistema de sesgo de información que logra de forma eficaz crear opiniones favorables a sus intereses de hechos discutibles en aras de obtener un apoyo popular.

Pese a que la definición suene vaga, debe entenderse que hago hincapié en que:

1. Debe llegar a un número elevado de personas sin criterios propios bien formados o a aquellos creadores de opinión que lograrán que esas ideas calen en las masas. En última instancia importa más la penetración de facto de la idea que la simple tentativa de manipulación, por lo que...

2. Para ello no es necesario tener apoyos de grandes estructuras (como pasa con las grandes cadenas de televisión, aunque, ciertamente, han sido las herramientas de manipulación de la opinión pública por antonomasia), pues en muchos casos basta con tener un simple canal en  Youtube para difundir ese mensaje: siempre que la manipulación tenga éxito consideraremos al agente en cuestión "medio de comunicación".

3. La línea editorial responde a algún tipo de fin, que puede adoptar muchas formas: dar apoyo a una ideología, a un proyecto político, a un movimiento social, etc.

En última instancia existe, por lo tanto, un objetivo identificable y un número de personas señalables como los manipuladores, que harán lo que puedan por sesgar la información (el sesgo va desde la negación de información veraz que daña a sus objetivos a el encuadre manipulador de la misma para que no parezca oponerse a sus intenciones).

4. Los mismos medios pueden utilizar estrategias que buscan anidar diferentes microrrelatos dentro de una macroestructura ideológica. Por ejemplo, para lograr dar un apoyo implícito a las narrativas a favor de las fronteras abiertas se puede hacer hincapié en casos excepcionales de integración a todos los niveles del inmigrante irregular, así como casos maquillados de creación de empresas por estos que "ayudan" a los nativos a encontrar buenos empleos.



Estas estrategias fueron las usadas para dar una legitimidad sin igual a un fenómeno histórico único, perfectamente evitable, y alineado con una cantidad tan ingente de intereses económicos e ideológicos que llevó a marginar las advertencias que los buenos intelectuales hacían sobre sus peligros: los peligros de un mundo globalizado.

Lo primero que debemos hacer para entender de dónde viene el engaño es señalar la principal causa histórica e ideológica que dio alas a la idea de globalizar la economía y la política:

1. A nivel histórico el error se produce en la esfera del Derecho: al no tener un Derecho internacional global positivizado que permitiera juzgar a los nazis en Nuremberg, se debió apelar a una fuente del Derecho que no era la usual: el derecho natural.

Es decir, los oficiales nazis se agarraron al argumento jurídico de no haber hecho nada en contra de las fuentes del Derecho alemán, que exigía actuar de el modo en el que actuaron y, por ende, de acuerdo a Derecho. ¿Cómo se puede juzgar al que hace lo que las leyes dictan? Este argumento sencillo y sobresaliente venía a demostrar algo que ya fue avanzado por Saint-Simon: todo país cuyo proceso de toma de decisiones quede en manos de juristas acabará siempre en el desastre, pues los juristas carecen absolutamente de la capacidad de gestionar situaciones de cambio -quédese con este argumento- , y lo que es peor, como son juristas los que aconsejan a los legisladores crearán con toda seguridad sistemas que tienden tanto a la rigidez que acabarán enfrentando la realidad de los hechos con la inutilidad de las élites, y estas acabarán quedando con las manos atadas por seguir los consejos de esos mismos juristas.

La maldición de Saint-Simon fue absolutamente ignorada al crearse la ONU y convertir en vinculante para todos los poderes públicos la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que buscando evitar futuros genocidios a la alemana dejaron maniatados a los poderes públicos ante contingencias nuevas.

Ya veremos las consecuencias más adelante.


2. A nivel ideológico jugó un papel inestimable la obra de "intelectuales" -entre comillas pues, si aceptamos que el verdadero intelectual es aquel cuyo conocimiento logra demostrar su utilidad de forma práctica, tal vez deberíamos llamarlos ignorantes, no intelectuales- como los economistas Milton Friedman, Friedrich Hayek o Merton Miller: todos estos autores confiaban de forma ingenua -siendo amables- en las evidentes ventajas que el libre mercado global nos iba a ofrecer, pues al presentar el sistema planetario de producción donde se pudiera producir allá donde los recursos escaseaban (donde la mano de obra fuera más barata) se podrían reducir de forma casi instantánea los costes y mejorar las economías de escala, haciendo llegar a todo el mundo mejoras competitivas (se produce donde las condiciones son mejores, de modo que la región con condiciones más paupérrimas tiene una ventaja competitiva -la de los bajos costes a priori, pues a esto habría que añadir las necesidades de mano de obra especializada que pueda necesitar la producción, el posible aumento total de costes de transporte hasta el lugar final de venta, etc.- que haría que de forma escalonada los más pobres fueran abandonando esa condición).

Los fracasos bestiales de algunos de estos autores en la Chile de Pinochet y la Rusia post URSS (el caso de Friedman es el más sangrante de todos, y el que en ciertos círculos aún se lo considere un referente es la mejor muestra de hasta qué punto existen indigencia intelectual en este mundo) fueron solo una pequeña parte de los fracasos de sus ideas que tardarían algo más en llegar, y que se fundamentan en que ellos nunca consideraron introducir en sus argumentos las obvias amenazas que la globalización llevaba detrás.


UNAS POCAS REFERENCIAS A LOS PELIGROS IGNORADOS DE LA GLOBALIZACIÓN.

Como hemos visto, la globalización fue muy útil para satisfacer exigencias normativas, políticas y económicas. Sin embargo, desde las diferentes ciencias sociales (excluyamos a la Economía) hubieron más o menos avisos de los peligros que corríamos por ellas. Por ejemplo, desde la Economía las advertencias fueron marginales y el proceso fue ignorantemente aplaudido por casi toda la comunidad académica; en las Ciencias políticas, y por influencia de las Relaciones internacionales, fueron mucho menos entusiastas por tomar conciencia del peligro real que supone convertir en globales riesgos locales, especialmente porque estas disciplinas nos avisan de que el riesgo es la suma de las vulnerabilidades+amenazas+impactos potenciales, y sabiendo que los globofílicos (donde debemos añadir a otros personajes tan variopintos como Xavier Sala i Martín) no estarían dispuestos a hacer inversiones para reducir ni las vulnerabilidades ni las amenazas por estar hablando desde la ideología y no desde la evidencia hallada por la economía real (la mejor muestra pre-COVID fue la imposibilidad de llegar a acuerdos globales para enfrentar el cambio climático) , podrían negar la existencia de la misma en los modelos que ofrecerían a las élites políticas y económicas, y que estos, cegados por la avaricia, estarían dispuestos a hacer oídos sordos a las advertencias de sus riesgos.

¿Cuáles eran esas advertencias? Desde las Relaciones internacionales se hablaba desde finales de los 80 de tres grandes enemigos presentes en la globalización:

1. El peligro de convertir epidemias en pandemias fruto de ofrecer una movilidad global y rápida, sin controles duros para evitar los aumentos de costes.

2. La inmigración masiva y su uso como arma política.

3. Los riesgos por la universalización del conocimiento de ofrecer nuevas armas (como las biológicas) a países de dudosa reputación. 


¿Qué se hizo desde la comunidad académica ante estas posibles amenazas? ¿De qué modo se integró en sus modelos? No se hizo ni lo uno ni lo otro: los pocos intelectuales que enfrentaron frontalmente aspectos mediáticos como el cambio climático -Ostrom, Nordhaus- no llegaron a obtener notoriedad hasta una vez avanzado el camino hacia el desastre (ganaron los Nobel en el 2009 y 2018 respectivamente), cosa congruente con los intereses de minimizar el impacto de las voces discordantes con la globalización.

Sin embargo, la historia nos vuelve a ofrecer las mismas respuestas si la sometemos a los mismos escenarios (una de las teorías más reputadas sobre la llegada de la peste negra a Europa la vincula a el aumento de los flujos comerciales con China, lo que parece repetir en la actualidad el mismo patrón ya pasado), el mayor de los enemigos de la avaricia -no del comercio, como afirma Escohotado- nos ha recordado que la movilidad casi total de mercancías y personas supone la movilidad de los vectores de transmisión de enfermedades, y ofrece una realidad poco discutible hasta la fecha: las epidemias habían encontrado en multitud de casos registrados en África su fin fruto de la incomunicación intensiva de unas comunidades con otras, de modo tal que el escenario contrario hubiera supuesto un avance de la epidemia hasta encontrar en algún momento su final.

Pero, ¿qué pasaría en un escenario en el que las distancias son relativas fruto de las mejoras en los medios de transporte -los coches no existían en la Baja Edad Media- y con potencial de infectar a toda la población mundial? De momento tenemos una parte de la respuesta, pero aún faltaba considerar algo que ni los más avezados pudimos ver: el peligro de mutación de un agente vírico cambia según el número de personas contagiadas, de modo tal que incluso un virus con poca probabilidad de mutación -como son los coronavirus- aumentan exponencialmente esa posibilidad si la población afectada puede llegar a ser de varios miles de millones de personas.

Dicho más claramente, el COVID-19 es una enfermedad de la globalización, la primera, pero no será la última.


¿POR QUÉ HAN FRACASADO TODOS LOS ESFUERZOS POR FRENAR LA PANDEMIA?

Como ha vuelto a recordarnos el genial Nobel Robert Shiller, las epidemias suelen tener un desarrollo histórico que puede ser descrito en una simple curva, con un momento de auge y uno posterior -una vez que muchos han muerto y otros sanado y creados anticuerpos- de caída que impide la replicación del mismo. Sin embargo, en este escenario absolutamente nuevo a nivel histórico, y en el que el COVID-19 ha demostrado estar llegando a nuestras vidas tanto por contacto con personas como en mercancías (se ha encontrado sobrada evidencia de su existencia en envoltorios de bienes importados. Es aquí donde ruego que hagan uso de su pensamiento lateral para inferir, teniendo en cuenta los intereses que existen por mantener la globalización a costa de cuantas vidas sean necesarias, cuánta información al respecto habrá sido obviada con tal de que no cunda el pánico ante el temor de que la pandemia fuera crónica si no se rompían los actuales lazos comerciales) , el mismo tiene una posibilidad de reintroducción en las sociedades no solo en su cepa original, sino en sus variantes (como la Delta y la más novedosa, Epsilon) , creando un círculo vicioso del que no es nada fácil salir.

La respuesta de los poderes públicos ante la oleada de la cepa original del COVID-19 fue aplicar cuarentenas y, acabadas estas, aplicar medios de profilaxis hasta la llegada de una vacuna que supusiera una "solución", siguiendo el mismo esquema de pandemias antiguas (la viruela). El gran problema de este plan parte del fracaso de otras pandemias para ser frenados por vacunas (SIDA) por su dificultad para ser diseñadas y el tener un entorno absolutamente distinto, en el que las mutaciones pudieran superar la protección de las vacunas.

¿Es esto lo que estamos viviendo en la actualidad? Aquí debemos ser cautos porque, de una parte, la máxima sostenida por la epidemiología que sostiene que la inmunidad de rebaño comienza a dar efectos cuando se supera el 60% de la población inmunizada ha sido cuestionado por el fracaso de las políticas de apertura a la vida normal en Israel, que pese a superar ya esa cifra (60,5% de la población inmunizada) se ha visto obligada a aplicar nuevamente medidas de profilaxis -mascarillas- en espacios cerrados ante el aumento espectacular de nuevos positivos entre vacunados (parte de la publicidad de las vacunas se basaba en la alta dificultad de contagiarse estando vacunados, cosa que ha demostrado ser falsa. En España estamos viviendo un caso similar al de Israel y en Chile siguen un patrón similar).

El fracaso de las vacunas como panacea para hacernos retornar a nuestra vida normal (Anthony Fauci se alinea con nuestra teoría al sostener que esta pandemia ha puesto sobre la mesa la evidencia de dar una solución global a la pandemia, pues de mantener focos activos en regiones pobres la misma llegará más tarde o temprano a las ricas. ¿No cree que esta es una elegante refutación a las ideas contrarias a la redistribución de recursos? Curiosamente, aquellos que defiendan el "libre mercado" van a ser los que más vehementemente se tendrán que alinear con las instituciones coactivas que recauden impuestos para financiar las medidas oportunas para tratar las pandemias en todo el globo) es la otra cara del éxito que han tenido el uso exhaustivo de mascarillas, geles y restricciones horarias a aquellas actividades que suelen convocar a las personas de peores hábitos, tales como discotecas y otros eventos de actividades de grupo.

Sin embargo, la defensa de las "libertades" que se ha hecho parte de los más irresponsables ha desafiado de forma exitosa esta clase de medidas: en España no son pocos los tribunales que han levantado todas las restricciones horarias fruto de la imposibilidad constitucional de mantenerlas de no estar vigentes los estados excepcionales de alarma, excepción o sitio -siendo el de alarma el que corresponde en estos casos-, atando de manos a los políticos por tener sistemas jurídicos tan garantistas que, en última instancia, garantizan de facto el derecho de los imprudentes a exponer al resto de la población a grandes peligros potenciales.

Los actos de indignación ante los "toques de queda" llevados a cabo en Alemania y Francia se encuadran dentro de esta misma tónica, y se nos presenta como un caso especial de gestión de los bienes comunes y la inutilidad de los políticos de enfrentarse a estos problemas por la rigidez de nuestros ordenamientos jurídicos,  heredada de la reacción en el mundo del Derecho a el genocidio judío: las garantías del mismo ante las "libertades" han sido tan exageradas que el derecho a la salud que asiste a los ciudadanos ha desaparecido de facto.

Obviamente es este un clarísimo dilema de los bienes comunes con una solución bien sencilla de no existir un ordenamiento jurídico obsoleto y eminentemente inadecuado para afrontar las contingencias que la globalización nos ha traído.

No está de más recordar cuál es la naturaleza de un bien común y por qué podemos entender a través de él qué es lo que hay en juego y hasta qué punto tanto la globalización -un "logro" esencialmente económico- como los ordenamientos jurídicos -de naturaleza netamente política- han ayudado a crear el clima actual en una dimensión profunda: los bienes comunes pertenecen a una clase híbrida que tiene características propias de los bienes privados y públicos, teniendo algo más de los segundos que de los primeros (de ahí que se los haya conocido también como bienes semipúblicos). A diferencia de los bienes privados, en los que la dificultad de excluir a los demás de su disfrute es baja -el propietario puede impedir que los demás disfruten de su bien- y la sustracción es alta -su propietario consume en ese escenario todo el bien-, los bienes comunes tienen una alta dificultad para excluir a los potenciales beneficiarios de su disfrute. ¿En qué encaja este modelo en la situación actual? Si es difícil evitar que los sujetos disfruten de un sistema de salud por su universalidad, su acción irresponsable convierte en más escaso el bien del que se pretende disfrutar, que no es otro que la salud garantizada por la prestación de los servicios sanitarios.

En este escenario, la suma de un Derecho inadaptado a el escenario descrito y la práctica imposibilidad de reformar las leyes para ofrecer marcos amparados por las propias constituciones para tomar estas medidas excepcionales de forma sostenida y rápida ante escenarios cambiantes, nos ofrecen la peor mezcla (rigidez jurídica + ineficiencia política) posible para mantener desde la legalidad las medidas que más éxito han tenido en contener el virus.


¿Y QUÉ HAY DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EN LA CONTENCIÓN DEL VIRUS?


Por muy sorprendente que pueda resultar al neófito en el estudio de los 4 tipo de bienes que existen en la esfera social y económica (bienes públicos, comunes, de club y privados), existen una serie de normas estrictas y bien documentadas sin cuyo respeto a las mismas el fracaso en la gestión de esos bienes están garantizados. En particular la primera de estas normas según la gran maestra Elinor Ostrom, que son las reglas de frontera, son clave en este escenario.

La regla de frontera delimita quién está dentro y quién fuera, de modo tal que la violación de los términos que permiten estar "dentro" de la frontera supone estar fuera. Y estar "fuera" puede significar desde engrosar las listas de las personas expulsadas de la vida normal en sociedad por violar las leyes (cárceles) a la expulsión del territorio (como ocurre con los extranjeros que cometen delitos dolosos) y otras semejantes. Bajo este prisma y habida cuenta que los comportamientos que violan las normas de frontera exponen a los demás a un riesgo inaceptable de contagio y de aplicación de medidas increíblemente onerosas a nivel económico -cuarentenas o limitaciones horarias de actividades comerciales- , negar el uso de estas reglas a los poderes públicos en aras de la corrección política impide ofrecer el marco de incentivos adecuados para premiar los comportamientos permitidos y sancionar de forma drástica los no permitidos.

Teniendo en cuenta que los trabajos que nos han legado desde la Psicología y las Ciencias de la comunicación sobre el efecto de la televisión -destrucción de la capacidad simbólica normal del niño- e internet -adicción a la inmediatez en la satisfacción de deseos- son más que convincentes, el comportamiento infantil e irresponsable de muchos ciudadanos se daba por sentado, y obligaba a decidir entre un escenario libertario que paralizase a corto plazo los servicios sanitarios o uno en el que se apliquen medidas duras de sanción eficaz contra aquellos que exponen al peligro de forma caprichosa a los demás, y que deberían ser los que sufran los efectos de las políticas de frontera.

Pese a que esta clase de medidas han sido usadas a lo largo de la historia en situaciones tan excepcionales como las pandemias, era evidente que en el actual contexto de buenismo político y errónea concepción de la verdadera dimensión de la libertad humana (que implica, gracias a la aplastante evidencia acumulada por la Neurobiología a la dimensión positiva de la libertad en términos berlinianos) haría extremadamente impopulares esta clase de políticas pese a ser las mejores en el actual escenario.


Por todo lo apuntado no podemos ser optimistas sobre la evolución de la pandemia en un futuro próximo, ni podemos considerar positivo el balance de la gestión hasta este momento. Si bien las políticas monetarias acomodaticias de los bancos centrales han permitido disfrutar de un fuerte colchón económico con el que transitar en los primeros estadios de la crisis, la irresponsabilidad de buena parte de la población y la incapacidad política de ofrecer una acción conjunta de las fuerzas políticas que permitiesen ofrecer reformas constitucionales ante la imperiosa necesidad de actuación de los poderes públicos, nos han demostrado hasta qué punto estamos lejos de enfrentar futuras pandemias.

Si bien es fácil, a tenor de lo expuesto, señalar a los fenómenos culpables de esta pandemia, se hace mucho más difícil ofrecer marcos de resolución de sus dilemas que satisfagan las condiciones que exige una sociedad infantilizada -por el efecto de tecnologías como la televisión e internet en su comportamiento- y una economía que es ya dependiente de la propia globalización de capitales y mercancías: frenar unas y otras provocarían aumentos en los tipos de interés y de costes que harían quebrar a muchas empresas. Esta trampa en la que nos hemos metido gustosos actúa haciendo muy estrecho el margen de acción ante la pandemia, y provocando que el "pasillo estrecho" que en otro contexto describe Acemoglu sea una realidad de facto aquí.

Por lo tanto, y pese a que parece existir un cierto consenso en que terminaremos superando esta pandemia en algún momento, lo que la misma nos ha demostrado es que nuestro sistema actual es infinitamente más frágil de lo que habíamos podido imaginar, y bastaría tener un enemigo algo más mortal que el COVID-19 para que hubiéramos visto quebrar a este sistema desde hace ya muchos meses.



Eduardo José Ramírez Allo.



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