EL MARXISMO.
Marx
y Engels han sido los dos intelectuales que más han marcado el
camino de la izquierda, y los únicos cuya influencia ha logrado
superar, una tras otra, todas las siguientes generaciones de teóricos
que, como mucho, se han atrevido a hacer reformulaciones de sus
ideas, pero no a desafiar el núcleo de las mismas.
Esta
huella indeleble en la historia de las ideas económico-políticas es
el motivo por el que han corrido ríos de tinta tanto a su favor como
en su contra, tanto por parte de aquellos que sienten filias como
fobias por su obra. Por nuestra parte, y pese a ser liberales y, por
ende, detractores de buena parte de su pensamiento, no pretendemos
con esta seria de artículos sumarnos al linchamiento de sus ideas,
sino hacer justicia a las mismas dentro de los límites que nuestra
serie nos impone (¿ cómo ha llegado la izquierda a ser tan penosa
como lo es en la actualidad?) y, para ello, debemos reconocer por
igual sus méritos (que son muchos) y sus deméritos (que son más
que los anteriores).
Sumado
a esta advertencia, queremos hacer otra: habida cuenta de que el
pensamiento de uno y otro era casi idéntico, y que pese a ser el
supuesto cerebro Marx y el escribano Engels, nosotros no vamos a
entrar a diferenciar a ambos salvo en algún momento en el que el
rigor de la información nos lo exija, de tal modo que cuando escribamos de Marx en singular, para economizar el lenguaje, hablaremos
de Marx y Engels en el contexto de su pensamiento.
LA GÉNESIS DEL
PROBLEMA.
Los
malos críticos de Marx pasan por el alto el análisis del contexto
histórico en el que nacieron sus ideas para, aprovechando que
vivimos en el momento histórico en el que existe más riqueza y más
bienestar de la historia, hacer un linchamiento desde los méritos
indudables de las sociedades postindustriales.
No
obstante, Marx formula sus ideas ante los usos y abusos que el recién
nacido capitalismo industrial (no hay que confundir "capitalismo industrial", que nos indica de qué manera se producen los bienes con "economía de libre mercado", que es aquella que nos indica cómo se intercambian estos) y la Primera Revolución Industrial
(aunque vio también los inicios de la Segunda) llevaron a cabo. Las
mismas malas condiciones de los obreros que apuntamos en el artículo
de Owen las pudo ver Marx, pero no solo eso: Marx pudo observar como
los grandes terratenientes prusianos controlaban la Dieta y, con
ello, armados con el poder político, pretendían impedir cualquier
tipo de cambio que les restara poder y capacidad económica.
Ante
tal hecho, es comprensible que Marx se revelara, pues el poder
económico colmaba al político con la intención de mantener sus
intereses gremiales intactos y generar, por lo tanto, una sociedad
sin movilidad social y que mantuviera en las mismas manos los
factores de producción.
Según
Marx, la posesión de los factores de producción diferencia a las
dos grandes clases que, a lo largo de la historia y de sus diferentes
formas de producción, llegaron hasta ese momento y seguirían
existiendo hasta la llegada de la utopía comunista. De tal manera
que la lucha de los capitalistas y los obreros (entendiendo esto como
la clase no propietaria de los medios de producción) era el motor de
la historia (aunque solo se convierten, en términos estrictos, el lucha entre burguesía y proletariado con la llegada del capitalismo industrial).
Marx
va a tomar la tríada dialéctica de Hegel para justificar su concepción, pero cambiando algunos elementos
sustanciales: según Hegel, la historia avanza por un sistema de tres
fases: tesis-antítesis-síntesis. La tesis es aquello que se
sostiene en este momento como poder o creencia dominante. A ella, y
con el propio devenir humano, se opondrá una antítesis que aglutina
a aquellos que muestran los errores de la tesis y que van acumulando
poder y, finalmente, se fusionan con los anteriores superando sus
contradicciones en la síntesis.
Sin
embargo, Hegel pensaba que este movimiento era eterno, pues el
Espíritu (que algunos traducen discutiblemente como Dios, cuando en
su concepción parece estar más cerca de ser una fuerza que actúa
como motor de la historia que de una deidad de corte judeocristiano)
se materializa en una nación (en esa época,según Hegel, lo hacía
en Prusia) que manifiesta como tesis el poder de su tiempo y que, una
vez que lo pierda, nunca lo volverá a poseer.
Marx
toma esta idea de Hegel pero, al ser ateo y querer centrarse en el
materialismo, (materialismo dialéctico) saca al Espíritu de la
ecuación y lo sustancia en la lucha de poderosos contra débiles.
Esto tiene especial sentido si compartimos con Marx su acertada
visión de la vida del hombre en el mundo: vivimos en un ambiente
hostil, en el que nuestro papel primitivo en naturaleza era ser
victimas de otras bestias más fuertes, como los animales salvajes. Pero como
la historia no es un fotograma estático y el hombre goza de
facultades únicas en el reino animal, las irá aprovechando para
someter a la naturaleza en la búsqueda de la satisfacción de las
necesidades de su existencia, siendo entre ellas las materiales las
de primer orden.
Esto
no quiere decir que Marx rechace la importancia de las relaciones
afectivas o espirituales, al contrario; pero todas ellas están
condicionadas por la necesidad de satisfacer nuestras necesidades
materiales (comer,vestirse,construir refugios en forma de casas,etc.)
y que harán que las relaciones de ese otro tipo se articulen de una
manera u otra.
Hoy
en día, ningún científico social duda de lo acertado de tal primer
paso en la construcción intelectual de Marx, pudiendo comprobar que
los amigos que tenemos, nuestra arquitectura o nuestras relaciones
amorosas (es decir, tanto la esfera material como la personal) están
condicionadas por la relación de las formas de producción, de tal
modo que debemos entender que nuestro libre albedrío es tal dentro
de unas condiciones previas que no elegimos ni tenemos capacidad real
de cambiar (esto está elegantemente descrito en las obras de
pensadores tan poco sospechosos de ser marxistas, ni siquiera rojos,
como Durkheim o Heidegger).
Y
esto ha tenido correlato a lo largo de la historia, dando
explicación de por qué el poder político y social se ha podido
estructurar de tal o cual manera a lo largo de los siglos y milenios.
También, a lo largo de los mismos, el poder político ha tendido a
organizarse de tal modo que proteja los intereses de los que poseen
los medios de producción, y su último estadio y forma de dominación
es el Estado moderno (también llamado por Marx Estado burgués).
Sin
embargo, y antes de entrar en esto, quisiera hacer un breve
paréntesis para hacer notar una diferencia de grado entre
Aristóteles y Marx que tendrá definitivas consecuencias en sus escritos: según Aristóteles el hombre es un ser político, y solo
gracias a esa capacidad el ser humano ha logrado pasar de ser uno de
los seres menos aptos fisiológicamente para la vida en naturaleza a
encabezar la pirámide alimenticia: es nuestra organización como
Zoon Politikon la que nos ha llevado a crear un acerbo de
herramientas útiles para someter a la naturaleza y postrarla a
nuestros pies. Esto, que parece evidente, no lo es para Marx: la
unión de seres humanos no se debe a la capacidad política (que él
no niega), sino a la necesidad. Dicho más claramente, mientras
Aristóteles pensaba que es nuestra naturaleza la que nos impulsa a
vivir en comunidades políticas, Marx pensaba que solo lo era por la
necesidad y, por lo tanto, la existencia de las comunidades políticas
es solo comprensible como herramienta de dominación que hace perder
a los hombres la perspectiva de la verdadera lucha a la que se
enfrentan (la de clases, cuya diferencia estará entre aquellos que tienen la propiedad de la materia y quienes no). Es por esto que la política es, para Marx,
uno de los grandes enemigos a derrotar, y en su utopía comunista no
habría lugar para la política. Ya volveremos a esto más adelante.
Retomando
la idea más determinista de Marx (evolución de la historia hacia el
Estado como forma de dominación burguesa), que considera que el
Estado no es más que el último estadio de control de la última de
las clases dominantes antes de ser destruida (la burguesía) , Marx
considera que esta es necesario para cumplir una necesidad y,
posteriormente,debe ser aniquilada. Veamos esto: Marx cree que uno de
los grandes problemas a los que el hombre se ha enfrentado a lo largo
de la historia es la creación de la tecnología necesaria que haga
posible la acumulación de bienes que permita la vida en abundancia
de los seres humanos. En las sociedades autárquicas del pasado, nada
de eso era posible por mantener una producción de exclusiva
subsistencia. Sin embargo, según va evolucionando esta se van
generando excedentes que resultan en acumulación de los mismos y va
haciendo que la clase dominante lo sea cada vez más, mientras más
depauperada va quedando la clase asalariada.
De
este modo, y en este último instante de dominación de clases que
representa el Estado burgués, el capitalismo industrial es capaz de
crear grandes cantidades de bienes por la mecanización de procesos
que aumentan la productividad y van haciendo menos necesario al
obrero. Es decir, según este proceso se acentúe y vaya llegando a
su culmen en todos los ámbitos (no solo el industrial, sino el
agrícola, cuyo impacto fue inmenso y dejó en la indigencia, como
muy bien ha apuntado Weber, a múltiples pequeños propietarios de
tierras que no pudieron competir con los grandes latifundistas y sus
máquinas a la hora de producir a un menor precio) y generando una
clase burguesa opulenta y un proletariado en andrajos, o lumpen
proletariado.
Será
en este estadio, y gracias a que el socialismo científico (hoy en
día, con un desarrollo de la ciencia tan avanzado,muchos de los
métodos de Marx se parecen más a la brujería que a rigurosos
criterios científicos) ayudará a el proletariado a tomar conciencia
de su lamentable situación (dejará de ser “clase en sí”. Su
opuesto, la burguesía, era “clase para sí”, mostrando que la
toma de consciencia de su particular condición llevaría a la
acción), que el proletariado se levantará contra el Estado burgués
y lo tomará por la fuerza, imponiendo su dictadura hasta la llegada
de la sociedad comunista.
Sin
embargo, y por la necesidad de avanzar apuntando las diferencias del
pensamiento de Marx con otros paralelos, debo hacer una parada aquí
y retomar en el próximo artículo el diferente devenir que deben
tomar los socialistas y marxistas ante esta coyuntura.
Eduardo José Ramírez Allo.
Eduardo José Ramírez Allo.
Comentarios
Publicar un comentario