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ESPAÑA SIN GOBIERNO.






¿ Por qué han sido tan complicadas las negociaciones para una sesión de investidura?

     Las elecciones generales del pasado 28 de abril en España nos han dejado uno de los resultados más fracturados que han tenido lugar en nuestra actual democracia.
     No solo quedó patente que España se encuentra fracturada por tres familias ideológicas que han puesto de evidencia que las fuerzas centrífugas del sistema de partidos han ido a más en su faceta externa, sino que lo están haciendo, también, en la interna:
     Externamente, nuestro sistema de partidos ha pasado en unas pocas legislaturas del bipartidismo imperfecto (dos grandes partidos que, según el contexto, pueden gobernar solos o con apoyos de partidos que no tienen posibilidades reales de formar gobierno, ni de condicionar en demasía a los primeros) a un sistema que ha pendulado del multipartidismo (según las encuestas, cuatro partidos han tenido la posibilidad de liderar acuerdos que los hubieran aupado al gobierno: PSOE, PP, C´s y Podemos) a una nueva inercia que parece volver a limitar el juego de partidos a un partido dominante.
     Internamente, no solo estamos viendo desde hace años cómo los partidos se han ido fracturando a raíz de la crisis financiera (Podemos recibe bases de IU y el PSOE; Cs del PP), sino ya en plena recuperación económica y sufriéndola dentro de los partidos de nuevo cuño. Ejemplo de ello han sido el cisma de Roldán y Garicano en Cs; de Errejón y Espinar en Podemos y del juez Serrano en VOX.

     En resumidas cuentas, nos encontramos ante un escenario de potencial descomposición de los nuevos partidos, mientras que el PP ha logrado ir frenando la sangría a la que se han visto sometidos (el último caso notable fue el de Garrido). Ante este panorama no puede sorprendernos que el partido menos afectado por haber mantenido mejor la cohesión interna en estos últimos años sea el PSOE, y que esto le pone ante una particularmente difícil tarea: si la unidad la han logrado gracias a estar en el Gobierno en solitario, ¿es buena idea pactar con alguien y que empiecen a aparecer la voces disonantes dentro del partido?


     ¿Pactar? ¿ A qué precio y con qué límites?


     El PSOE ha vivido una historia similar, aunque aún más fuerte, que la del resto de partidos en el pasado: Susana Diáz llevó a una situación crítica al partido al liderar al sector crítico en el Comité Federal en el que se forzó a Sánchez a dimitir como Secretario General del partido.
     Esto sucedió en el 2016 y, después de ganar las primarias de su partido (lo que fue interpretado por Sánchez como un espaldarazo de las bases contra los barones del partido), Sánchez entendió que debía encontrar la manera de satisfacer a un partido cuyos líderes no se iban a dar por satisfechos y volverían a confabular en cuanto tuvieran ocasión contra él. Y como Sánchez es un buen político (bueno en el sentido maquiavélico del término), sabe de sobra que a los de su condición solo se les puede tener contentos ostentando el poder. Fruto de esa motivación aprovechó la sentencia de la Gürtel para presentar una moción de censura esperando que el juego a tres bandas (incapacidad de Rajoy para enfrentarse a la situación, del PNV para encontrar los incentivos para rechazar la moción y que la torpeza de Rivera impidiera su éxito) le llevase a aprobar la primera moción de censura en nuestro sistema del 78.
     Una vez en el poder, y habiendo recibido “gratis” el apoyo en la votación por partidos como Podemos, pudo llevar adelante la disciplina de partido (los resultados en Andalucía han llevado a perder gran parte de su poder a Susana Díaz) y sacar ventaja del efecto conservador en el voto que premia al partido en el poder siempre que no haga demasiados disparates (recordemos que, al no poder aprobar sus propios Presupuestos, en realidad estaba gobernando con la política económica del PP). Y para rematar el viento de cola, capitalizaron el miedo del electorado a ver reeditado una pacto a la andaluza que llevara a las instituciones a VOX.
     Todo ello explica que el PSOE estuviera sobrerrepresentado en dichas elecciones y las autonómicas del 26M, pues el discurso “antirradical” ponía al elector ante el dilema de votar al PSOE en solitario o a una confluencia de derechas con radicales (obviamente, VOX no es un partido radical, pero el juego de los medios de comunicación y el boicot al que los partidos de izquierdas, nacionalistas y Ciudadanos logró que buena parte del electorado lo considerase así).

     De este modo, el PSOE se postulaba como única fuerza no dispuesta a pactar con radicales (esa es la explicación de por qué Pedro Sánchez se negó una y otra vez a aceptar el guante que, de forma repetida, Pablo Iglesias le lanzó en forma de propuesta de pactos futuros), lo que permitía inferir que Ciudadanos sería el socio preferencial a la hora de formar gobierno.
     Los resultados de las elecciones demostraron lo acertado del cálculo, pero no habían tenido en cuenta de que el ego de Rivera haría imposible un pacto con Cs, siempre que Rivera esté al frente de los naranjas.




     El pacto con Cs dejaría a dos partidos casi iguales en muchas de sus políticas programáticas (no en vano, la idea de Pablo Casado era que Cs compitiera con el PSOE en el centro izquierda y dejar el votante conservador en sus manos. Casado, al igual que Sánchez, no tuvo en cuenta que Rivera va buscando ser presidente a cualquier precio, y no ser líder de un partido bisagra) y eso debería facilitar el pacto.
     Esta, que ha sido la principal fuente de discrepancia en el seno de Cs (si se pueden entender con VOX a través de diversas y ridículas fórmulas -haciendo el PP de celestina, por ejemplo, para que nadie vea copular a los amantes en secreto- ,¿cómo no se van a entender con el PSOE habiendo ministerios en juego? El trozo de pastel era demasiado jugoso, y no hay garantías para un partido tan poco cohesionado de volver a aprovecharse de los beneficios electorales futuros de las políticas de gobierno) y que explican en buena medida, y más allá del manipulado discurso que nos llega a través de los portavoces de los distintos partidos, por qué aún no ha habido sesión de investidura.

     Ahora, que esa vía ha quedado absolutamente claro que es inviable, y que la sesión de investidura ha quedado fijada para la tercera semana de julio, el juego ha quedado al descubierto. ¿Quién iba a querer tener que pactar con Unidas Podemos, PNV, Compromís, NA+ y PRC? Esa negociación sería extremadamente complicada habida cuenta de las condiciones que de forma previa ya había puesto UP (entrar en el Consejo de Ministros) y las que el PP ha planteado para dar el apoyo de NA+ (quitar el apoyo a los nacionalistas radicales en Navarra). Y faltaría escuchar aún al PNV (al que podría no hacerle gracia que se ceda a las pretensiones del PP en Navarra), etc.
     Entonces, ¿qué pasará en la sesión de investidura? No tengo claro que Sánchez e Iglesias vayan a mantener este pulso hasta la últimas consecuencias, así como que los independentistas vayan a votar en contra en la sesión de investidura (de abstenerse en la segunda sesión, bastaría el apoyo de UP para ser investido Pedro Sánchez). Por lo que todas las opciones están sobre la mesa y deberemos esperar para ver si Sánchez, en un nuevo alarde desvergüenza, logra sentarse en el trono de hierro a costa de sacrificar cuantos ideales sean necesarios.


     Eduardo José Ramírez Allo.

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