Joe
Biden: el favorito para convertirse en el candidato Demócrata a las
presidenciales.
Como
pudimos observar en el anterior artículo en el que hablamos de los
principales candidatos Demócratas a las presidenciales, la entrada
en liza del antiguo Vicepresidente le ofrecía una notable ventaja en
las encuestas fruto de la añoranza que en el Partido Demócrata
sienten hacia el mandato de Barack Obama. Esta “obamamanía”,
perfilada por una memoria bastante distorsionada de los méritos del
antiguo Presidente, ha llevado a creer que cualquier miembro de su
antiguo gabinete llevará a la práctica una continuación de las
políticas que este aplicó.
Bajo
esta idea, Biden se presenta como un experto político (senador desde
1973 por Delaware hasta entrar en la Administración Obama) y firme
continuador de la senda marcada por Obama. Sin embargo, esta receta
está lejos de ser considerada ganadora a priori (pese a gozar de una
notable ventaja según los especialistas) por la propia lógica de
evolución de los tiempos: las demandas del votante demócrata está
lejos de ser la mismas que antes y el mayor peso de los millennials
en el electorado bien puede costarle caro a Biden.
¿A
qué nos referimos exactamente? Pese a tener un discurso cercano en
sus grandes líneas a la de las candidatas anteriormente descritas,
Biden se encuentra con un campo minado en políticas concretas como
el aborto, las cuestiones identitarias y la política sanitaria.
Su
posición ante el aborto le pone justo en frente del sector más
progresista del partido, pues Biden ha llegado a votar en contra de
una propuesta de financiación del aborto con fondos federales. La
gravedad de este posicionamiento se basa (y puede llegar a ser
capitalizada, especialmente, por Kamala Harris) en que tales fondos
podrían ofrecer una solución a aquellas mujeres que están en
peores condiciones económicas y tienen dificultades para sufragar el
aborto en clínicas privadas. Y habida cuenta de que muchas de las
mismas son mujeres negras (que en datos agregados tiene una mayor
tasa de pobreza relativa que las blancas) bien puede ser usado por la
antigua Fiscal de California.
No
olvide, por cierto, que Harris ya había denunciado la imposibilidad
de buena parte de las familias para hacer frente a pagos imprevistos
de baja cuantía, lo que daría un sustento económico a la falta de
efectividad real de ser libre de abortar pero no disponer de los
medios con los que convertir en material tal libertad.
La
cuestión identitaria es, no obstante, aún más peliaguda que la
anterior por actuar en el imaginario de una forma más intensa
(existen quienes defienden entre los demócratas que la mujer debe
tener la oportunidad de elegir, pero otra cosa es que tenga la
Federación que hacerse cargo de sufragar económicamente sus
decisiones) que el tema del aborto: Biden es un hombre de edad
avanzada (76 años), blanco (por lo que no juega la misma baza que
Obama) y con una falta de carisma y de energía y agresividad en el
discurso que le alejan de las nuevas generaciones e identidades que
están penetrando con fuerza en el discurso del partido (como son las
de las reparaciones a las comunidades negras e indias). Al respecto,
y pese a estar intentando encrudecer su discurso hacia Trump (lo ha
llegado a llamar “amenaza existencial”, que aunque pueda sonar
duro es poca cosas ante los ataques furibundos que Trump le ha
dedicado), Biden parece ser consciente de la necesidad de adaptar su
discurso ante la evolución de la coyuntura pues, de fallar en su
cometido y salir elegido como candidato un miembro de la “nueva
guardia”, difícilmente se impedirá que el giro hacia la izquierda
que han impulsado figuras progresistas como Alexandria Ocasio-Cortez
se acentúe.
Precisamente
este giro hacia esas políticas cada vez más abiertamente
intervencionistas toman forma en uno de los debates de más calado
dentro del Partido Demócrata: la política sanitaria. ¿Cuál es la
posición de Biden respecto a este asunto? Pese a que se ha asumido
que podría sacar a flote el antiguo Obamacare, su posición al
respecto no está bien perfilada y muchos estamos esperando que sea
concreto sobre qué quiere hacer.
Esta
indefinición bien se puede deber a que Biden es consciente de lo
cara que le ha salido la factura a Bernie Sanders el defender que el
Medicare debe tener un alcance universal a costa de los seguros
privados (según el premio Nobel de Economía Paul Krugman, con el
pago de dichas primas más la aportaciones que ya se hacen a Medicare
se puede garantizar una sanidad con alcance universal). Las encuestas
mostraron una posición del electorado regresiva según tomaron
consciencia del coste sobre su libertad que tendría aplicar este
proyecto: cuando se le preguntaba a los encuestados si estaban de
acuerdo con una sanidad universal respondían mayoritariamente que
sí; sin embargo, cuando se les informa de las posibles subidas de
impuestos y que se harían más inaccesibles los seguros privados, su
apoyo cae en picado.
Tal
vez esta sea la explicación (o una parte de ella) de por qué
Sanders ha dejado de ser uno de los candidatos estrella a ser
superado por Warren y estar en empate técnico con Harris (la
tendencia negativa del mismo fue lo que me llevó a elegir como
candidatos a estudiar para estos artículos a aquellos que tuvieran
una pendiente de apoyo positiva y una capacidad potencial de
penetración sobre los votantes de mucho mayor calado), y de esto ha
tomado buena nota Biden. De hecho, su discurso está lleno de
vaguedades y salvo alguna perla concreta (como ofrecer un camino
claro hacia la ciudadanía a 800.000 jóvenes inmigrantes o asegurar
que abandonará la política dura de Trump con América Latina) es de
esperar que prefiera entrar en el cruces de acusaciones vacías de
contenido con Trump, lo que podría llevar a el votante a creer que
él es la única alternativa real de expulsar a Trump de la Casa
Blanca (recuerde que Warren ha pagado caro el ataque de Trump sobre
su origen nativo).
No
obstante, aún debe superar los debates que le enfrenten a otros
candidatos (los estatutos del Partido Demócrata exigen que la terna
máxima sea de veinte candidatos, lo que es una buena noticia para él
por la posibilidad de que el debate se vuelva impreciso en los
contenidos) y, de llegar con una ventaja parecida a la que ya posee a
estos debates, podría generar un efecto de ataque combinado de todos
los candidatos hacia sus políticas, algo que podría reafirmar más
la idea de que él es el candidato.
Seguiremos
a la espera de la evolución de los acontecimientos y, desde aquí,
le mantendremos al día de la evolución que vaya teniendo lugar en
las primarias Demócratas.
Eduardo José Ramírez Allo.
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